Leonard Cohen
Pocos habrán sido los judios , todos ellos víctimas de una severa tradición compuesta únicamente por fósiles de visiones, que no hayan sufrido las punzantes espinas de la emigración en su propia piel. Los Cohen están marcados de cicatrices. Los Cohen han abandonado el viejo y agotado continente, con un adiós en sus labios a muchas ilusiones perdidas, y una nueva esperanza puesta en una tierra casi pueril: América, nueva patria de los desheredados, un poco de tierra, un poco de paz. Se han establecido en Montreal, ciudad casi hipnotizada por los largos brazos en alto de sacerdotes católicos, que, en la noche , cuando todas las luces se han apagado, se deja escurrir lentamente en sigiloso silencio, hasta las frías aguas del Atlántico. Montreal ha tratado bien a los Cohen , son propietarios de una fábrica de tejidos , y viven en la parte alta , " señorial ", de la ciudad. Crearon y presidieron casi todas las instituciones de la comunidad judía de Montreal. Por la ciudad corría un dicho: " .. los judios son la conciencia del mundo, y los Cohen son la conciencia de los judíos...."( " y yo soy la conciencia de los Cohen", añadía Leonard en su juventud.)". Leonard Cohen nace en 1.934. Su padre, un amante de la época victoriana, a la que amó con todo su tabaco; un eterno guerrero que muestra con orgullo las heridas sufridas en el campo de batalla, las medallas con las que le condecoró la Legión Canadiense; un chiflado por sus máquinas, que se pasa la vida en cama o en una campana de oxígeno en un hospital. Su madre, demasiado preocupada, obsesionada por las formas de la belleza, enfrentada continuamente a un espejo de aumento, siempre a la caza de arrugas. Su padre murió entre viejas máquinas de coser. El eco de puentes y de agua entre sus manos. Leonard tenía nueve años. Realiza sus estudios primarios en una escuela hebraica. Se ha adelantado a todos sus compañeros, y ha sido el primero en elevar la voz por encima del púlpito para cantar la oración sagrada ( por algo su abuelo construyó la sinagoga ). Pero , Leonard, también se siente interesado por la religión católica : " Hay una diferencia entre lo que es limpio y lo que no es limpio. La noción de lo limpio y de lo no limpio, se llamarían vibraciones, un sentimiento que te indica dónde debes estar y dónde no debes estar.La religión puede ser un sistema de purificación, una técnica que te permita pasar del mundo no limpio al mundo limpio. Para mí, la religión es ese movimiento entre los dos mundos.". Pronto descubre Leonard su afición por la música y la literatura. A los quince años ya se conoce de cabo a rabo el libro de Canciones del Pueblo, y forma parte de un grupo de tres muchachos que tocan música country, " The Bucckskin Boys ". Pero, sobre todo, lo que va a convertirse en un verdadero hallazgo para Leonard , será descubrir un libro de poemas de un autor español, que desde ahora va a llevar siempre consigo, hasta que empieze a perder páginas. El poeta es Federico García Lorca. La influencia que Lorca va a tener sobre el futuro poeta, no sólo en cuestión de poesía , sino también en la concepción de la vida, será trascendental. Cohen lo reconocerá un tiempo más tarde : " Lorca cambió mi manera de ser y de pensar en una forma radical". A los dieciseis años, Leonard ingresa en la universidad de McGill, en Montreal, para estudiar Literatura Inglesa, y en su tercer año de carrera, abandona el techo familiar para irse a vivir con un amigo a un piso en el centro de la ciudad. Las relaciones de Leonard con su madre nunca habían sido demasiado cordiales, y esta nueva decisión suya, va a ocasionar un nuevo enfrentamiento entre madre e hijo, enfrentamientos que se sucederán repetidamente, alcanzando en cada nueva ocasión un mayor grado de violencia. Su madre, al borde de la histeria acabará siendo intemada, con el paso del tiempo, en un hospital siquiátrico. Leonard se ha sentido ahora interesado por la política, y acude a las reuniones organizadas por un Club comunista de Montreal. Después, baja a la playa, toca la guitarra, canta las Canciones del Pueblo, y les habla a los bañistas: "No hablo ni de Rusia ni de América. Ni siquiera de política. Hablo de vuestros cuerpos, los que están tumbados en esta playa". Terminada su carrera universitaria, Cohen obtiene una beca para hacer su tesis de licenciatura en inglés en Columbia, pero la rechaza: "La gente en las aulas envejece con las manos reventadas de comas, y la edad de los poetas es siempre la misma, veintitrés, veinticinco, diecinueve" . Cohen, poco a poco, meditando con detenimiento cada paso, lo ha abandonado todo: hogar, familia, comunidad religiosa, estudios, política, y ahora, desolado, con una mano en el suicidio y en la otra una rosa, apoyado en el antepecho de la ventana de su habitación, vuelve a su escritorio y destila, en el pequeño laboratorio que es su cerebro, las palabras mágicas. En 1956, cuando Cohen tiene 21 años, aparece publicado su primer libro de poesía, "Let Us to Compare Mythologies"("Vamos a Comparar Mitologías"), con alrededor de unos 45 poemas que ha escrito entre los 15 y los 20 años, y que, dedicado a su padre, Nathan B. Cohen, inaugura una colección de poesía en la Universidad de McGill. La advertencia del título es clara, "Vamos a Comparar Mitologías" es un libro que contiene, en casi todas sus páginas,las huellas que las religiones católica y judía han dejado grabadas en alguna parte del autor. "Cuando yo era joven aprendí de los cristianos cómo prendimos a Jesús, como una adorable mariposa contra la madera, y cómo mis padres lo clavaron como un murciélago contra un granero." El poema "La Oración por el Mesías" es de una belleza sencilla y resplandeciente, quizás inspirada en alguna línea del Diario de su abuelo, a quien su nieto admira, las imágenes se suceden repetidamente barajadas, como el paso del agua de un lento río: "Su sangre sobre mi brazo es cálida como un pájaro / su corazón en mi mano es pesado como el plomo / sus ojos a través de mis ojos brillan más que el amor Oh envía al cuervo por delante de la paloma..." Cohen comenta, a lo largo de su primera obra, antiguas experiencias bíblicas, dándoles, en su visión particular, una nueva dimensión en el alcance de su comprensión, a veces, utilizando giros guiñolescos que resultan atrevidos, otras, transportándolas a través de la máquina del tiempo al mundo presente, en un intento desesperado de recuperar y rehacer el pasado, como por ejemplo el poema titulado "Cristo en la Ciudad", en el que vemos al Hijo de Dios soportando los tranvías de la mañana en una habitación de Peel Street. Realmente,sus comentarios religiosos abarcan una buena parte del libro,y casi podríamos calificarlo de "nuevo libro santo", si no fuera por las también continuas apariciones de los dulces pechos y las bocas de miel de sus amantes. Hay una tormenta en el horizonte de cada poema, un desenfreno y abusivo ataque del cielo contra el mar. El agua se revuelve retorciéndose de dolor, y las olas vienen impetuosas,con una fuerza arrolladora, para terminar en la orilla, con la suave música de sus rimas. Sobre la arena de la playa, descansa el cuerpo extenuado de un hombre exhausto, hambriento por la vida. Pero, a Leonard no le gusta ver su libro en las bibliotecasde sus amigos y familiares. No era asunto de ellos enterarse de cómo, lucían los pechos de sus amantes a la luz de la luna artificial de Stanley Street. Se sentía desprovisto de vida privada,de límites, de discreción. "Lo único necesario para ser generalmente amado, es publicar las propias ansiedades. Toda empresa capital de arte es un despliegue calculado de sufrimiento.".Y, por eso, para expiar su pecado, y porque seguramente el libro no le daba lo suficiente para vivir, Leonard entra a trabajar en una fundición de cobre, en la ribera de la ciudad. El brillo del metal maravillaba a Cohen. Era del color que debía de tener el oro, como siempre se lo había imaginado cuando leía la palabra en oraciones y poemas: Amarillo vivo y chillón. Pero no fue su trabajo manejar el metal líquido, sino sacar unos cables eléctricos con la ayuda de unas pinzas. La jornada laboral era de siete y media a cinco y media, con media hora para comer, y el sueldo 75 centavos a la hora. Pero el aburrimiento lo mataba, el trabajo manual no lograba liberar a su mente y, un día, después de casi un año de estar fichando todas las mañanas, se da cuenta de que ha estado tarareando la misma melodía durante una hora y, sin poder pasar por alto ese absurdo, se despide. Cohen abandona Montreal y, con la excusa de asistir a las clases de la Universidad de Columbia, viaja a Nueva York. Pero,Leonard en lo que menos piensa es en estudiar. El motivo de su viaje: buscar las legiones que tenían que hacer de él un héroe. Cohen se pierde por las calles de la ciudad, estudia los graffitis garabateados en las paredes del metro, y descubre ese mundo tan terriblemente inhumano del que seguramente Lorca ya le habría hablado. Huye de Harlem, presencia un asesinato en la escalera del metro, vomita de regreso a su habitación, y se queda rígido sobre la cama. Imposible mover un músculo. "Me tiene sin cuidado a quién hayan asesinado.Me tienen sin cuidado las cruzadas que se planean en históricos cafés. Me tienen sin cuidado las vidas destrozadas en los arrabales." Pero, Cohen ha descubierto en uno de sus habituales paseos a la chica más bonita que jamás haya visto y la sigue: "Es usted maravillosa, pienso". Leonard, con el corazón atravesado por un dardo, le escribe a su amor los únicos poemas que ha escrito en su vida. Cohen se ha sentido tentado por el matrimonio, por ser un ciudadano normal, con su mujer y su trabajo, pero es incapaz de arriesgar su vida, no puede vivir en otro punto que no sea la esperanza, y, una noche, mientras vela el sueño de su amada,decide irse a la mañana siguiente. Si no estaría mirándola siempre! Cohen regresa a Montreal para trabajar en un campamento de verano, que dirige un amigo suyo, como celador de un grupo de niños judíos de familia bién. 1961, año de gran tensión internacional. La CIA bombardea Cuba. La Bahía Cochinos ha sido ocupada en un desembarco hostil al régimen castrista. Es un momento que reclama acción, y Cohen viaja a Cuba. Pero, una vez en la isla, Leonard se da cuenta de que él mismo es exactamente la clase de enemigo que los filisteos habían descrito: "Burgués, individualista,un poeta inmoderado", y, dejando a un lado la revolución, ningún bando valía la pena por el que luchar, convive con gente al margen de la política: alcahuetes, ambiciosos, prostitutas,casi todos los operadores de películas nocturnas, y, entre chinos y técnicos checoslovacos, se siente el único turista en La Habana. Pocos son los rastros dejados sobre la obra de Cohen que resulten identificables con la corta estancia del poeta en la isla, salvo dos poemas aparecidos en su libro Flores para Hitler, titulados "El único turista en La Habana dirige sus pensamientos hacia su país", y "La Muerte de un líder", que posiblemente pudiera tratarse de Batista. Otro poema sorprendentemente hallado en su último libro de poesía La Energía de los Esclavos, publicado en 1974, fue escrito también en La Habana trece años antes de convertirse en letra impresa. Ese mismo año aparece publicado el segundo libro de poemas de Cohen, The Spice-Box of Earth (La Caja de Especias dela Tierra), que dedica a la memoria de su abuela, Mrs. Lyon Cohen, y de su abuelo, Rabbi Salomon Klinitsky, de quien incluye en las últimas páginas del libro unas líneas de su Diario personal. Ciertamente, el espíritu de la religión judeo-cristiana continúa vivo en el mundo personal de Cohen, y a él dedica su atención en este libro, en vastos poemas, como el titulado "Isaías",en el que reaviva la memoria del profeta loco, seguramente su preferido: "Entre las montañas de especias / las ciudades impulsan cúpulas de perlas y agujas de filigrana / Nunca fue antes Jerusalén tan hermosa. / ... Por qué entonces ese loco de Isaías, que olía a desierto, rabiaba y gritaba / Jerusalén est en ruinas / vuestras ciudades están ardiendo?", o en numerosas alusiones bíblicas que introduce entre líneas, casi sin darnos cuenta, en poemas no estrictamente "religiosos". Pero este libro tiene una luz especial, un colorido de tonos suaves, relajante, que impregna un paisaje de ensueño. Una fragancia flota en el aire, la caricia de una mano con el perfume de mil flores arrancadas, el color puro y vivo rojo de la sangre limpia que el río sangra. Cohen ha creado un estilo intensamente bello, lírico y profundo, que se eleva como una cometa sin hilo por encima de las abismales experiencias de un hombre comprometido con su vida. Una palabra no es más importante que otra, y en esa honestidad está la intensidad de los poemas de La Caja de Especias de la Tierra. Los nombres que revelan la admiración y el interés personal de Cohen por la obra y la vida de diversos artistas comoVincent y Theo Van Gogh, a cuya memoria dedica un soleado poema escrito sobre sus tumbas, el pintor ruso Marc Chagall, que ilustró detalles de la Biblia y construyó las vidrieras de la sinagoga del centro médico de Jerusalén, con escenas de la tribu de Israel, los ya mencionados Irving Layton y Abraham Klein, la aproximación a la belleza de la visión poética de Lorca en alguno de sus poemas de este libro como: "Un Huerto de Arboles Ribereños" o "Si Fuera Primavera", y su encantamiento por la poesía oriental de la cual nos ofrece como ejemplo un maravilloso y silencioso Haikú de Verano: "Silencio / y un silencio más profundo / cuando los grillos dudan", son otros ingredientes que alegran el sabroso menú de este libro sazonado de especias de la tierra. Cohen ha obtenido por este libro un premio en metálico del gobierno canadiense, lo que le va a permitir viajar a Europa y, desde aquí, llegar a Grecia.Ya en su primer libro de poemas, Vamos a Comparar Mitologías, Cohen había reflejado en sus páginas su interés particular por la cultura helénica, y mediterránea en general, de la que se sirve para redactar algún poema: "Yo os digo, pueblo mío, las estatuas son demasiado altas. / Junto a ellas nosotros somos pequeños y feos, / manchas en el pedestal..." .Pero, Cohen ahora ha tocado con sus propios dedos esas pequeñas islas maravillosas que salpican las costas griegas, acariciadas por un lento mar, y agradecidas bajo un tibio sol, ha conocido a la chica más alta y más rubia de una de ellas, Hydra, digna hija de vikingos, y se queda a vivir con ella ocho años. Los quehaceres cotidianos del joven poeta en Grecia, nos muestran a un Cohen festivo, bailando con una señorita una danza folklórica griega, animada por el alegre sonido de un viejo acordeón, reunido con un grupo de amigos alrededor de una mesa de la taberna del pueblo pesquero que solía frecuentar, tocando la guitarra rodeado de niños y nativos isleños,cocinando en su blanca casa de cal, tumbado en una hamaca tomando el sol, o enfrentado a su máquina de escribir. Realmente, ésa fue una hermosa época de trabajo: Flowers for Hitler (Flores para Hitler) y Parasites of Heaven (Parásitos del Paraíso), y sus dos primeras novelas: The Favorite Game (El Juego Favorito) y Beautiful Losers (Los Hermosos Vencidos). 1966 ve aparecer los dos últimos libros de Cohen inspirados en Grecia, Parásitos del Paraíso, poesía, y Los Hemosos Vencidos, novela, títulos que encierran en sí mismos una extraordinaria fuerza y una aparente contradicción, o como en otro libro posterior de poemas, La Energía de los Esclavos, la existencia de parásitos en el Paraíso, la calidad de hermosos de los vencidos, y la redescubierta inherente energía de los esclavos, son títulos que no descansan plácidamente en reposo, sino en ellos se manifiesta muy vivamente una tensión. La obra de Cohen es una constante, una mezcla de sabores que hacen de cada retazo suyo un manjar exquisito. Su novela alcanza un éxito extraordinario, se vende como agua en el desierto, trescientos mil ejemplares son devorados en pocos días en Estados Unidos, sin contar sus continuas reediciones. Quizá la atrayente atención sobre la portada de la edición original de la novela, tuvo algo que ver con ello, un dibujo a trazos rápidos en condición bastante erótica, con una pareja abrazada ensimismada en un juego amoroso, y la fuerte palabra "unexpurgated" (no expurgado)destacando entre líneas, dan la impresión de tener en las manos una novela poco "seria", cuando, en realidad, para muchos, Los Hermosos Vencidos, es el punto culminante alcanzado en la obra de Leonard Cohen: "Creo que en Los Hermosos Vencidos dí todo lo que tenía en aquellos momentos. He intentado realizar el don total, a veces lo he conseguido, otras he fracasado, pero siempre es una prueba de carácter. Quiero dominarme a mí mismo.". Uno de los personajes de la novela con historia, tan lejano como santo, tan cercano como vencido, a los otros nombres que corren por las páginas del libro, es Catherine Tekakiwtha (1656-1680), virgen iroquesa canadiense, canonizada por la Iglesia Católica Romana de Quebec, tras una corta pero intensa vida de mortificaciones. "Te he seguido, Catherine Tekakiwtha.Quiero saber lo que pasa debajo de esa manta rosada. Me enamoré de un cuadro religioso que te representaba. Estabas de pie entre unos abedules, mis árboles favoritos. Dios sabe hasta dónde llegaban los cordones de tus mocasines. Catherine Tekakiwtha, he venido a rescatarte de los jesuitas. Sí, un viejo erudito como yo se atreve a planear grandes hazañas". El intento desesperado de Cohen por recuperar el pasado, se vuelve a poner de manifiesto en estas líneas, en las que el insatisfecho poeta se niega a la idea de la carne muerta, y asegura tener magia en los dedos corriendo por la piel de sus mujeres santas. "Te conocí / justo después de que la muerte / llegara a ser verdaderamente dulce / Tenías / 24 años /Juana de Arco. Te perseguí / con todo mi arte / con todas mis cosas / tú sabes que yo soy un dios / que necesita usar tu cuerpo / que necesita usar tu cuerpo / para cantar a la belleza / de una manera / que nadie lo ha hecho antes / tú eres mía / eres una de mis últimas mujeres." . Y ésta no es la única vez que la imagen obsesiva de la santa Juana de Arco ronda, como víctima de su ambición por la cabeza desprovista de lógica del poeta. Cohen puede ser criticado por esto, a muchos no les gustar ver a su cantante favorito persiguiendo santas como un desesperado, cuando hoy la idea de la religión y sus motivaciones están muy lejos del hombre "liberado". Cohen salva a los santos, sinceramente entregados a sus creencias, irresistiblemente arrastrados por una fuerza interior, pero condena de un modo tajante a las instituciones culpables de una vil manipulación: "Acuso a la Iglesia Católica Romana de Quebec de destrozar mi vida sexual y de embutir mi miembro en un relicario destinado a guardar un dedo. Acuso a la I.C.R. de Q. de obligarme a cometer actos extraños y horribles . Acuso a la Iglesia de matar indios, acuso ......".
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